jueves, 2 de abril de 2015

COLORES

(Libro de Poesía)



DEDICO:
Como siempre y por siempre a Marlene...


CONTENIDO DEL LIBRO



PRESENTACIÓN
Poemas del atardecer
Poemas del anochecer
Poemas del amanecer





PRESENTACIÓN

            La poesía es inspiración que llega con el trabajo diario y lacerado de la palabra. Decía Federico García Lorca, la poesía “…es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio". Y Boris Pasternack, la identificaba como “…la musicalidad de las cosas que discurre a ondas para recrear con la palabra imágenes visuales”.
            Un tanto más audaz fue la percepción de Juan Ramón Jiménez, para quien la poesía era “…el encuentro después del hallazgo”; y Octavio Paz, en esa misma audacia, la tildaba de “…conocimiento, salvación, poder y abandono. Operación capaz de cambiar al mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior".
            En un sentido humano, la poesía es expresión de las vivencias, de las vicisitudes del tiempo en el largo camino hacia el éxito de conquistar la vida en la vida misma; César Vallejo la denominó “…un ser orgánico en la naturaleza”;  
En este mismo sentido el poeta Seamus Heaney, define la poesía “…como un juego en el que participan la memoria, el azar y las intuiciones…” La memoria de la propia vida, de los escenarios en los que nos hemos desenvuelto, de nuestros antepasados, de la cultura a la que pertenecemos, en definitiva, de todo aquello que de forma consciente o inconsciente somos y hemos sido. El papel del azar y la intuición siempre que al “…escuchar posibles poemas, decía Heaney, a veces aparecen como aparecen los cuerpos en los pantanos, casi intactos, como si alguien los hubiese enterrado allí hace mucho tiempo y reapareciesen envueltos en un halo de misterio”.
La poesía brota de una acción pre-verbal, recalcaba Heaney, de un estado poético no conformado aún en palabras, valiéndose de las diferentes herramientas que le proporciona la técnica, la cual es la garante de que el estado pre-verbal pueda desarrollarse en toda su amplitud y resplandor.
Este pequeño opúsculo de palabras es eso, un estadio pre-verbal, que se ha conformado de la esencia y de los sentidos humanos y divinos de las situaciones que los motivaron.
Es un libro que ha surgido en la laceración de las palabras entorno a lo que viví (y vivo) con mi esposa Marlene Josefina Naim López; situaciones de dos que fueron tejiéndose en uno y hoy se retratan a la posteridad en una poesía de ella y mía. Es un tributo a nuestro amor y nuestra eternidad juntos.

















Poemas del atardecer








Mar por la tarde
Por: Octavio Paz
(Obra Completa. México, FCE, 1990)

Altos muros del agua, torres altas,
aguas de pronto negras contra nada,
impenetrables, verdes, grises aguas,
aguas de pronto blancas, deslumbradas.

Aguas como el principio de las aguas,
como el principio mismo antes del agua,
las aguas inundadas por el agua,
aniquilando lo que finge el agua.

El resonante tigre de las aguas,
las uñas resonantes de cien tigres,
las cien manos del agua, los cien tigres
con una sola mano contra nada.

Desnudo mar, sediento mar de mares,
hondo de estrellas si de espumas alto,
prófugo blanco de prisión marina
que en estelares límites revienta,

¿qué memorias, qué rocas, yelos, islas,
informe confusión de aguas y nada,
qué mares, encendidos prisioneros,
dentro de ti, bajo tu pecho, cantan?

¿Qué violencias recónditas, qué labios,
conmueven a tu piel de verdes llamas?,
¿qué desoladas aguas, costas solas,
qué mares invisibles, mar, alías?,

¿dónde principias, mar, dónde te viertes?,
¿dónde principias, tiempo, vida mía,
ejército de humo y de mentira,
adónde vas, latido, carne, sueño?

¿Dónde te viertes, avidez de nada?
No soy la piedra que se precipita,
soy su caída, y más, soy el abismo,
el círculo de sombra en que se ahonda.

Tiempo que se congela, mar y témpano,
vampiro de la luna ?o se despeña:
madre furiosa, inmensa res hendida,
mar que te comes vivas las entrañas.





1

Encontré buscando
la luz detrás de las sombras
donde solamente el huésped
es la distancia
y los sueños
un pequeño destello que
ilumina el alma




2

Sombras arrugan el único
lugar en donde la piel quema
el sudor de las horas;
grietas que bajan como cascada
con un sabor a miel dorada
que miente al viento
mientras el recuerdo de tu mirada
se vuelve tarde en el horizonte
equivocado del abismo









3

En el atardecer
te encontré dibujando bambalinas siderales;
vi tu vientre palpitando
con las horas
y vi tu imagen
componiendo el arco iris,
fuiste sombra entre mis manos
quedaste enternecida con
mis pliegos




4

Nada me recuerda
más a ti que la medida exacta
de una copa de vino tinto:
colores concentrados
en el transparente cristal,
sensibles y piadosos,
con sus misterios sutiles


  

5

Se va oscureciendo
el verde bosque que anida en tu espalda
secas las hojas se van tejiendo
entorno a tus caricias
los besos humedecen el néctar
líquido que se evapora
con el extenso mimbre que
cubre los sueños
que van torturando
la distancia





6

Tócame
hasta conseguir que el tacto
desaparezca
y fluya de los dos
un único silbido,
una sola voz…
Tócame
y absorbe las pulsaciones
de un corazón desgarrado
entre tirones
por el dolor
de atardecer sin ti




 7


Abrazados
como melodía,
sin ritmo agudo ni compases secos
tornando azul
el unicornio amarillo
que quedó tatuado
en las sabanas
transparentes
del universo de seda
en donde hemos anidado
nuestra alma




8

El atardecer
es cómplice de los besos y los desgarros
que las manos desnudas
dejan alrededor de tu piel;
en una cicatriz redonda,
marcada por el cincel del recuerdo
te voy nombrando
sintiendo en todos los espacios
tus pequeños pies
crujiendo las hojas secas
advertidas en el infinito
de un mundo
desconocido para quienes
te queremos




9

Y sin sandalias
quedaste en la caja de colores
que pintó el niño invidente
de la calle gris de la poblada;
rompiste tus nudillos al golpear
el asfalto y la impotencia
vulcanizó el único espectro
de esperanza que tenía
la dulzura y amargura
de amarte en la estela
amarilla que no deja de limitar
los sueños




10

Atardeciendo
como mirada tenue que no palpita;
como ruego erecto por las pasiones;
como suspiro tibio que quema el alma;
como voz que advierte sentidos
y se pierde en los abrazos;
como buscando
la luz detrás de las sombras;
como huésped en la distancia;
como sueños destellantes que
iluminan el alma





















Poemas del anochecer









Espero
Por: Mario Benedetti

Te espero cuando la noche se haga día,
suspiros de esperanzas ya perdidas.
No creo que vengas, lo sé,
sé que no vendrás.
Sé que la distancia te hiere,
sé que las noches son más frías,
Sé que ya no estás.
Creo saber todo de ti.
Sé que el día de pronto se te hace noche:
sé que sueñas con mi amor, pero no lo dices,
sé que soy un idiota al esperarte,
Pues sé que no vendrás.
Te espero cuando miremos al cielo de noche:
tu allá, yo aquí, añorando aquellos días
en los que un beso marcó la despedida,
Quizás por el resto de nuestras vidas.
Es triste hablar así.
Cuando el día se me hace de noche,
Y la Luna oculta ese sol tan radiante.
Me siento sólo, lo sé,
nunca supe de nada tanto en mi vida,
solo sé que me encuentro muy sólo,
y que no estoy allí.
Mis disculpas por sentir así,
nunca mi intención ha sido ofenderte.
Nunca soñé con quererte,
ni con sentirme así.
Mi aire se acaba como agua en el desierto.
Mi vida se acorta pues no te llevo dentro.
Mi esperanza de vivir eres tú,
y no estoy allí.
¿Por qué no estoy allí?, te preguntarás,
¿Por qué no he tomado ese bus que me llevaría a ti?
Porque el mundo que llevo aquí no me permite estar allí.
Porque todas las noches me torturo pensando en ti.
¿Por qué no solo me olvido de ti?
¿Por qué no vivo solo así?
¿Por qué no solo....



1

Desnuda
totalmente estas en el diván del closet;
no emites palabras,
todo cuanto te rodea es silencioso;
derrumbas los cristales
y a través de una gota
roja oscura,
como la arcilla mojada del río sin cascada,
se ven tus encajes
desdibujados como oro




2

Me hice lumbre
consumiéndome en el espectro lunar
de tus pupilas verdes…
anidé como volcán entre tus senos
rosados y suaves
anduve como corsario desde el talle
hasta tus manos
y no me volví poesía
sino verbo
y tu conjugaste cada pétalo
de mis dedos
sin cortar los labios de piel
que te nombraban…











3

La nocturnidad
apacigua el hielo derretido
entre tus muslos blancos
y transparentes;
la lengua endurecida y seca
se torna elástica alrededor de tu piel
y son eructos los que brotan de las entrañas,
cada vez más inherentes a tu condición
de mujer….
Y son fantasmas que seducen tus risos de amapola
en un inmenso manantial que mojé
con tu voz.





4

Tanto el camino como el encuentros
son esperas de una barca que perdió su nombre
y su finura
para volverse madera y metal
anclada en la mitad del río;
la noche congela la vela amarillenta
y ya no son historias las que cuentan la vida
sino miradas perdidas
que cuentan historias….



5

Si como embriaga esta copa de vino
embriagara la noche,
ya el cuerpo estaría consumido
por dolores profundos que torpedean
el aliento y la calma;
cuando todo parece que se conquista
son los versos y las melodías
las que callan
porque en las noches no hay
asidero que contengan la vida mía
más allá de los sueños
y la nostalgia…





6

Todo cuanto es
sigue siendo
todo cuanto he sido
se devana
como el cristal desnudo
que hiere profundo
como la risa tenue
de tu mirada;
todo se va tejiendo
entre murmullos
sosegadamente en la distancia
donde el mundo gira por el mundo
y las palabras rondan
como pisadas











7

Rayo de luz imperceptible
en una noche que traga llamaradas;
luz encerrada en el oscuridad nocturna
que no habla
dientes blancos que se ven posando
en un infinito que flota como globos
entre las almas
y destellos de colores
que anulan el vacío
sometiendo las paredes
a una rodaja de esperanza…
Rayo de luz atrapado en la nocturnidad
que habla
desde un silencio que se siente
y una presencia inesperada,
así vas en la noche
mirando destellos
indescifrables para la nostalgia








8

Audaz
se comporta  la noche
seduciendo el relieve de tu cuerpo
húmedo y aderezado con higos y duraznos;
piel que se tiñe de los colores
que del arco iris negro y blanco
permite ver la noche;
piel que al tanteo de las manos
se va humedeciendo aún más
sin importar el espacio
ni buscar entre lirios y rosas
la excusa para mirar más alto;
la noche seduce las horas
y los días se anhelan
pero la noche hace olvidar los espantos
y se vuelve al silencio que habla,
a la sensación de piel y humedad
que se adueña sin mediar
palabras




9

Noche
tan oscura y brillante
como el Sol más resplandeciente
del alba;
noche que llama a la aurora
y no se oculta al pasar
la alfombra aterciopelada
del corazón desnudo
acorralado entre aguas;
muchos ríos rodean tu sensible
verbo
agrietando los contornos
que te cubren
y rondando
en el hemisferio azulado
de un universo cada vez
más inocuo e irreal



10


La noche desnuda
salta del diván del closet;
emite palabras,
todo cuanto está cerca es silencioso;
se caen aparatosamente los cristales
y las gotas de sangre,
como la arcilla mojada del río sin cascada,
se desdibujan como oro
acortando la distancia
 










Poemas del amanecer









Amanecer
Por: Vicente Gerbasi
Siento llegar el día como un rumor de animales,
a la orilla del pantano, de la fiebre, del junco,
más allá, entre las colinas de viento oscuro,
donde la luz se levanta con desgarradas banderas,
como resplandor lejano de una montaña de cuarzo.
He aquí la sombra en torno a mi existencia, el búho,
el río que arrastra oro, la serpiente de coral,
el esqueleto del explorador, el fango de mis pies.
La noche ha quemado el maíz, ha apagado los metales,
ha dado reposo a la adormidera, ha refrescado la sangre,
ha libertado los reflejos azules de la selva, de la hoja.
Una resonancia, una resonancia oscura es mi corazón:
eco en el abismo, piedra que rueda por el monte,
brillo en la puerta de la cueva, fosforescencia del hueso.
En la infancia, al pie del arco iris o del relámpago,
junto al cabrito que saltaba en torno a la madre,
jugaba con un pequeño tigre de cálida voz ronca,
de suave pelambre estrellada, como un signo del zodíaco,
de rabia lenta y tensa, como el despertar de la furia.
Ahora siento en el aire límpido del bambú y el helecho,
surgir las formas de las doncellas, bajo la fronda,
en la selva de árboles aromáticos, coronadas de orquídeas
descendiendo al río, a la cascada de transparente curva,
que resuena en sus diamantes como una leyenda.
Formas de la gracia, sus perfiles abandonan sus melenas
a la brisa; formas de la vida y de la muerte,
sus senos tiemblan en las penumbras de los juncos;
formas del oscuro delirio, sus muslos se suavizan
como una fruta partida; formas del tiempo humano,
sus pies hacen temblar las flores silvestres.
Como el venado tras de su compañera en la colina,
persigo a una joven diosa desnuda, bajo el sol.
Viene el olor agrio de los árboles destrozados
por la ira de la noche; viene el olor de la sangre,
del animal devorado, el olor de los minerales,
el olor del río entre las raíces y las flexibles lianas.
El día derrama su transparente maravilla, como un vuelo,
como el color innumerable, como la crisálida
de herméticos destellos, como el insecto plateado,
como el hechizo en las formas relucientes,
como el vuelo de mariposas que salen de una gruta incendiada
y comienzan a temblar en el ardiente cristal.
Acerco mis labios al claro manantial de íntima música,
junto a la sardina y a la piedra limpia y pulida como una joya;
mientras la nube pasa y el ave sale de su nido,
y la serpiente muestra su lengua maldita, y se enrosca,
y espera o avanza por la espalda sudorosa del día.
Me hundo en las palpitaciones reverberantes, en las ondas,
en el temblor divino, donde se abre la rosa de montaña,
en los brillos fugaces, en la imagen insondable de Dios,
que ha creado los cielos y la tierra, con esta geografía de fuego,
y ha dado a mi corazón la forma del día y de la noche,
mientras oigo correr los animales, persiguiéndose, amándose,
devorándose, ensangrentando las yerbas, las flores y las peñas.
Soy el día, y el viento levanta sus ramajes en mi alma.



1

Equivocado
estaba de todo y cuanto
te nombré y nombro;
de todo lo que te dije y digo;
de todo cuanto miento
y cuestiono;
equivocado estoy
sobre el número de cosas
que he convertido en hielo
y otras tantas que he borrado
de las alfombras;
equivocado estoy
de aprender sin querer aprender
a dosificar mi llanto,
de ser quien marque la hora de la aurora;
equivocado ando
pero ello no me roba aliento
soy como el firmamento
que solamente convive con colores
hago del espectro lunar mis orbitas
y voy moldeando las estatuas
que te nombran;
equivocado estoy
pero la luz del amanecer
cambia mis perspectiva
y soy cascada e imágenes
hidratadas desde la humedad
de tu piel…


2

Enfrentando el súbito silbido
del pasado, en donde tu cara tenía otro nombre,
otros rasgos,
otros contornos;
en donde la luz del nuevo día
se posaba sobre una piel acariciada
por el esperma incoloro de otro nombre
con filamentos de querencia
y con vacío en el corazón.

Enfrentando ese súbito silbido
que permitió ver la tez desnuda más allá de tu cuerpo:
viviendo el fantasma de otros besos,
la pulsante y desafiante caricia detrás de
una mirada perdida e invadida de esperanza.

Enfrentando miedos inmensos,
minimizando el colorido que hizo de ti la musa
y la elegida entre el fuego y el hielo,
entre el ayer y las verdades;
entre un pasado que es mío también
y una realidad que solamente le pertenece
al recuerdo
y a las burbujeantes visiones
de un cristal azulado
que se perdió en el paisaje de nieve
donde un abrazo traspasó el alma
y una sonrisa se hizo idilio, inmadurez,
reencuentro.
Enfrentando los miedos
voy en paralelo oyendo las voces que te guían,
el oculto despertar que te motiva
y las pisadas húmedas que desde
el pasado te nombran
hasta la estela que hoy te cubre;
pienso en tus abrazos,
en tus entregas,
en tus gemidos,
en tus cariños esperando el florecimiento
y la pasión;
pienso cuando llegas,
cuando arqueas el placer ante la fría
piel del pasado…
Las tormentas caen como piedra candecentes
y se agrieta el alma
quedando laceraciones
que recuerdan los amaneceres
en que no estuve a tu lado.
Que cada recuerdo haga su voz
y que la nostalgia no sea más
que rebrembranza…





3

Sabanas arrugadas
alejadas del verbo y la sensación
de un cuerpo que tiembla
de timidez por ti;
te tocas como péndulo
y cada rasgo de tus labios
desgarra la verdad de la ausencia.
Culpable
del vacío y la distancia;
de la soledad y la carne;
de esos detalles envueltos en el celofán
de un placer artificial y sin besos.
Conocido
entre las sabanas arrugadas
con tu nombre;
cerrando la estela a una duda que me ahoga
y enternece significativamente;
inconsciente del daño que la daga
dorada causó en tu vientre;
ausente y estéril de placer;
insignificante,
lacerando el recuerdo
y viviendo hilvanado
de una culpa envejecida
por las caricias que nunca existieron.  



4

Cristales regados
en el horizonte que ha dejado tu sombra;
punzantes, cortantes, afilados
uno tras otro
haciendo del amanecer
una luz tenue que va mostrando
lugares comunes
evitando que tus pisadas
se hieran
y rasgando la tierna arcilla
que está debajo de tu piel.
Cristales azulados,
rosados, verdes, amarillos,
rojizos, purpuras…cristales
tristes como la voz que te nombra;
cristales húmedos
por lágrimas secas de deseo
y recuerdos.
Cómo recoger esos cristales
si están esparcidos a través de ti,
de las inmensas heridas que
he causado en la fragilidad
de tu alma…


5

Cada nuevo amanecer
es la brújula que me guía a tu mirada tierna,
a tus contornos de luz,
al blanco que torna de pigmentos brillantes
y hacen de tu voz
el única sonido que
conjuga el arco iris
con el sabor del café…




6

Eres más intensa que el
ocaso húmedo que rodea la aureola
de una gota de agua desvanecida
en lo extenso de un bosque de arena…









7

Cascadas de colores
hacen del oscuro resplandor de una pupila
un horizonte de humo azulado
vertido en el remolino candente
donde las pisadas agrietan lo firme
y denso del horizonte.





8

Soy yo
el que tomó la espada
y la hizo blanca como la espuma de mar;
el que tomó el mar y lo hizo espada;
el que modeló la arena tibia
y la humedeció con tu nombre;
el que no olvidó la tentación
y buscó perdón en el remanso
de la distancia.
Soy yo
el que tomó para sí la herida
y se entregó a cada suspiro
en la medida
que se evaporaba el firmamento…
Soy yo,
en este amanecer,
que riego las flores
y me impregno de tu color
y tus mejillas;
quien florece con tu sonrisa
dibujada alrededor de los ojos;
y quien entona la melodía
inacabada de nuestra historia,
de nuestros sueños.







9

El amanecer ha sido
el vínculo desde aquella amarga soledad
hasta las caricias sensibles
de una piel suave y densa
que se acopló al corazón:
al sueño
a un amor de dos
vestido en uno
abrigado por la neblina
que emana de las única
voz que no me es indiferente
ni lejana…

  
10

Y la luz de la madrugada se levanta,
ya no hay oscuridad,
ya ha amanecido…